domingo, abril 12, 2015

Instrucciones para llegar al Panteón



Al caraqueño Armando Reverón

Sírvase, joven, seguir estos pasos al pie de la letra. No divague. No crea que por nacer en el trópico, los designios o las reglas no se cumplen con la rigurosidad de otras latitudes.

Ante todo, florezca en mayo, con todo lo colorido que eso representa, aunque sea en época de montoneras.

No se distraiga con los conflictos familiares ni las ausencias paternas o, incluso, maternas. Con unas o con otras, así como tantos otros mortales, logrará sobrevivir. En caso de ser necesario, confíe en tíos abuelos con gusto artístico.

Si ya sabe que lo suyo es la pintura, estudie. Y si puede hacerlo, inscríbase en el mejor centro de su época aunque este tenga también muchas deficiencias. Recuerde que su camino no será fácil en el contexto rural de su capital.

Cuando haya aprendido algo pero sienta que no sabe nada, va bien. Ese es el momento de echar mar entre usted y su terruño. La nostalgia lo hará crecer. Acepte una beca. No siempre las dictaduras las ofrecen por considerar incómodos a los artistas.

Observe y estudie, con ojos de latinoamericano subdesarrollado, la Europa de principios de siglo XX. Hágalo con curiosidad y fruición, se avecinan tiempos muy convulsos en esos lares tan civilizados.

Si después de recorrer museos, calles, talleres y escuelas del primer mundo lo que quiere es, sinceramente, descansar sus ojos de arte foráneo, hágalo. Cierre los ojos y piense en su tierra, recuerde su color, su calor. Concéntrese en los cromatismos que lo identifican a usted mejor... o peor.

Cuando sienta más vacíos que inspiración, regrese a casa. Su país es su país. Allí puede que lo tilden de loco pero nunca de extranjero. Regrese cuando el retorno sea todavía un motivo de alegría, más adelante será un sinónimo de fracaso.

Si al volver a su ciudad natal usted se siente extranjero, es normal. Puede que no se libre del todo de esa sensación pero podrá aliviarla con amor a su patria. Conéctese con lo que le gusta y le hace feliz.

Comparta con todos sus amigos, pintores y músicos, e intégrese a las movidas culturales que vibran en su ciudad. Eso le hará bien a usted y a otros. El Círculo de Bellas Artes será uno de esos epicentros, fértil para el arte aunque incapaz de evitar injusticias.

Si en lugar de gloria usted busca echar raíces, hágalo con convicción.

El mar? Entonces, váyase a la costa. Intérnese en el litoral central aunque se lo celebren como un delirio febril. Construya allí su humilde imperio y no deje que el salitre corroa su imaginación.

Edifique con piedras su castillo lúdico que será museo. El suyo será un Castillete patrimonial que la naturaleza y sus aguas diluirán en una dolorosa tragedia. Usted no verá eso ni los años de olvido, no se preocupe.

Entretanto, enamórese. Sueñe en azul, en blanco y en sepia. Disfrute de la cotidianidad con Juanita, sin hijos pero con animales, muñecas de trapo y títeres. Admire y retrate las redondeces de esa mujer amorosa y paciente. Conjure amor a todo lo que le rodee.

Respire profundo frente a ese mar caribe o esa gran montaña a sus espaldas. Deslástrese de etiquetas modernistas e impresionistas. Siéntase libre y deje que el sol le broncee hasta las barbas. Manténgase lúcido pero vea al sol de frente y pinte. Ilumine esos paisajes cada vez. Sus cuadros viajarán a distinguidos museos y galerías. Lo harán sin usted pero eso no importa. Es la tradición del arte.

Concéntrese en lo suyo. Mantenga la cordura aunque se pasee intermitentemente por sanatorios.

No se extrañe, los locos que están fuera de esos centros valorarán tarde su legado y, para librarse de culpas, le otorgarán el Premio Nacional de Pintura. Usted, siempre cuerdo, lo recibirá desde el sanatorio pero ya no lo necesitará. La eternidad ya le pertenece. Relájese, descanse... Usted es luz.

La gloria es suya incluso reposando en esa suerte de museo de dolor y delincuencia en que se convierte su camposanto. Siga, usted, entonces, siendo el mismo de siempre. Ilumine con su cordura, esta vez, el camino hasta el Panteón. Es justicia.

miércoles, abril 08, 2015

Dónde comprar las biografías de Sojo y de Calcaño?


Muchas veces me han preguntado dónde comprar las biografías de los maestros Vicente Emilio Sojo (Vol. 116) y José Antonio Calcaño (Vol. 147). Ambas integran la colección Biblioteca Biográfica Venezolana (BBV), editada por el diario El Nacional y la Fundación Bancaribe. Cuando salía a la venta el respectivo volumen (porque ya acabó esa colección), o se consiguía en los kioscos o -si ya había pasado algún tiempo de la publicación- en algunas redes de librerías venezolanas. Sin embargo, infinidades de veces me he quedado sin poder dar una respuesta eficaz cuando quien está interesado en estos libros, está fuera de Venezuela. Pues bien, el hecho es que algunas librerías venezolanas están usando algunos sitios de ventas internacionales como intermediarios, y por eso ahora es posible conseguir algunos de estos y otros libros editados en el país.

Por un reciente mensaje que recibí, proveniente de Estados Unidos, decido ahora compartir estos enlaces que consiguió mi esposo. Copiaré tanto el enlace de la biografía de Sojo como el correspondiente a la biografía de Calcaño. Me complace que al menos las personas que viven fuera de Venezuela tengan alguna solución para conseguir no solo estos libros sino otros.

Sepan que al colocar aquí estos enlaces no pretendo publicitar ni estos portales, ni las librerías que los utilizan y ni siquiera la compra de estas biografías de las que soy autora. No recibo por esto ningún tipo de comisión, regalía o ganancia por Derecho de Autor. Más que publicitar mi objetivo es, simplemente, colaborar con quien desee por diversas razones comprar estas ediciones. La razón es simple: Muchísimas veces me he visto en la situación frustrante de saber que un libro existe y no poder adquirirlo, sencillamente porque es viejo, porque no está en bibliotecas y porque no existe un servicio de distribución que lo lleve hasta alguna tienda. Mi satisfacción, en todo caso, eso sí, es que estos y otros libros en cuyas investigaciones puse tanto empeño y corazón, cumplan su ciclo necesario al llegar hasta los lectores. Los maestros Vicente Emilio Sojo y José Antonio Calcaño bien que se lo merecen.

Aquí van los mencionados enlaces que deben copiar y pegar en el navegador:

Para Sojo:
http://www.iberlibro.com/Vicente-Emilio-Sojo-Yellice-Virguez-Marquez/8472676015/bd

Para Calcaño:
http://www.iberlibro.com/JOSE-ANTONIO-CALCA%23O-YELLICE-VIRGUEZ-MARQUEZ/13446549900/bd

viernes, abril 03, 2015

Una vida de película


Falleció Manoel de Oliveira y no solo Portugal sino el cine de todo el mundo está de luto. Aunque, esperen, un momento... Tenía 106 años, más de 60 películas y nunca supo de jubilación. Trabajó hasta los últimos días de su vida porque, desde el año 2014, preparaba otro largometraje. Convirtamos, de pronto, esta nota fúnebre -que nunca pretendió serlo- en un acto de celebración. Dichosos debemos sentirnos en coincidir, aunque sea en tiempo, con una vida como esta, llena de retos, sueños, cine, literatura, música y hasta un récord Guinness.

Sí, un récord Guinness, el de convertirse en el cineasta más viejo del mundo cuando tenía 102 años. Estoy segura de que pocos habrían apostado en que Manoel de Oliveira superaría su propia marca. Así y mucho más profundas son las vidas de película: increíbles, fascinantes, inspiradoras. Ni la edad ni la crisis detenían su ritmo de trabajo. Cuál crisis? Desde su debut como director, hace 84 años, este portugués nacido en Porto vio desfilar ante sus ojos todo tipo de conflictos bélicos, revoluciones, hambruna y miserias. Filmó de todo aunque siempre desde sus fibras más sensibles: la literatura, la poesía, la pintura y el amor por ciudad.

Porto brilla hoy con un sol resplandeciente en esta Pascua. No podía despedir de otra manera a uno de sus hijos más insignes, quizá uno de los que más la quiso, incluso desde los tiempos en que el fenómeno del turismo chárter europeo volteaba la vista a la romántica ciudad de mercaderes, Douro, mar y vino. Manoel de Oliveira la amó, y eso se constata en algunos de sus trabajos. "Anikí-Bobó" (1948) es uno de ellos, uno de los más célebres aunque no el único.

En este fotograma están los protagonistas de Anikí-Bobó, quizá el filme de Oliveira más apreciado en Portugal


Su cine no fue del masivo taquillero, pero sus obras estaban siempre presentes en cuanto festival de cine tuviera lugar, en cualquier lugar del mundo. La razón es que Oliveira creó su estilo y marcó pauta desnudando con neo-realismo la sociedad pacata de su momento. Él desnudó la palabra del entonces reciente cine mudo, y desnudó la imagen. Cosa impensable! Desde entonces, ya hace muchas décadas, se convirtió en una suerte de "tótem" del cine portugués, y en un "gurú" tan cautivador como autoritario en el séptimo arte universal. Marcello Mastroianni, Catherine Deneuve, Jonh Malkovich y Michel Piccoli se cuentan entre las estrellas que participaron no en una sino en varias de sus películas.

En el tiempo que llevo en estas tierras, he admirado cómo el pueblo luso tiene presente no solo la figura de Manoel de Oliveira sino sus películas, lo más importante para un cineasta común, después de todo. Solo que, dos cosas: ni Oliveira fue siempre apreciado por sus coterráneos, ni para él lo más importante eran sus películas.

Cuando en 1931 rueda su primer cortometraje, "Douro, faina fluvial" (o "El Duero, trabajo fluvial"), Oliveira es criticado ferozmente por el aspecto naturalista de su producción. Él sigue filmando, no se detiene, aunque para hablar de justo reconocimiento en su país tendrán que pasar 60 años. Se dice que, aún siendo un octogenario, las élites portuguesas no lo querían. Sin embargo, por esos giros del arte y de la sociedad, basta que se tengan reconocimientos fuera para que se aprecien en el terruño. En honor a su trayectoria, ya distinguida en otras latitudes, a sus 100 años, este cineasta portugués recibe la Palma de Oro en el Festival de Cannes.

El cineasta portugués posa con dos de sus actores fetiches: Catherine Deneuve y John Malkovich


Desde que debuta como realizador, Manuel de Oliveira conjura una lucha contra el tiempo. Conforme transcurren los años, más frenética es su producción cinematográfica. Hace algunos años se propuso rodar una película por año, y lo cumplió. "Filmar es mi trabajo y mi pasión", afirmaba con frecuencia Oliveira, y concluía: "Mi vida ha pasado muy rápido, no tengo tiempo qué perder".

El cine era su pasión aunque, por contradictorio que parezca, no tanto el alcance de sus películas. Para Manoel de Oliveira, la mística al hacer cine, la búsqueda constante de la imagen y sus encuadres, era más importante que el hecho de contar con un filme apreciado por el gran público. Él era una suerte de artesano de la imagen, y colocaba en segundo o tercer plano las exigencias comerciales del mercado.

Su muerte ahora hace a los medios a destacar, al menos, cinco obras maestras. Yo no las he visto todas. No reproduciré una lista de películas que los colegas repiten. Haré referencia, sin embargo, a uno de sus trabajos "menores" que a mí me conmueve mucho. No es un largometraje sino un documental: "O pintor e a cidade" (1956), una oda a su ciudad natal a través de grabados antiguos y las acuarelas del pintor António Cruz. No hay diálogos solo imagen, sonido ambiente, movimiento y música, interpretada por el Orfeón de Porto y, también, la agrupación Madrigalistas.

El gobierno de Portugal y las autoridades de la ciudad de Porto decretaron 2 y 3 días de duelo oficial, respectivamente. No es para menos. Uno de sus hijos predilectos se va aunque para estar mejor, Oliveira da un paso a la eternidad.




Manoel de Oliveira colabora con Wim Wenders en la película "Lisbon Story". Aquí lo tienen, hablando sobre el arte, la memoria, el cine y, al final, hasta imitando a Chaplin




O Pintor e a Cidade (1956)