jueves, abril 30, 2009

Mandolina instrumento de paz



Yellice Virgüez Márquez


Pocas cosas en el mundo se alejan de los estereotipos cuando se habla de temas ideales como la paz. El presente no es un artículo con sesgo político ni un discurso entre lo que es el significado y el significante en la iconografía actual. Es una invitación formal a encontrar lo que no se busca en el mundo globalizado de hoy: la revolución de la paz desde la música universal pero a plectro limpio.

Son símbolos de paz desde el blanco piano de John Lennon que recorre el mundo en honor a la paz, hasta el violonchelo de Rostropovich que frente al muro desplomado de Berlin, celebró con suites de Bach la unificación de las dos Alemanias.

La mandolina, lejos de los bullicios mediáticos y de la euforia colectiva, viaja de un lado a otro y se nutre de la diversidad. Se ha conectado desde tiempos inmemoriales con la esencia de cada cultura para aprehenderla e innovarla cada vez. Su linaje le permite destacarse en terrenos académicos y ser incluso la invitada de honor, pero en lo cotidiano prefiere acercarse a las palpitaciones musicales de cada pueblo.

Objeto de admiración por parte de los grandes compositores de todos los tiempos, pero como solista y no como instrumento de orquesta según explican. Sin embargo, la mandolina -como la paz- siempre está… sólo hay que acercarse a ella y dejarse seducir por su universo conciliatorio.

Se ha dispersado por el mundo y en cada lugar se adueña de un sentir propio. En el continente americano es profusamente cultivada en Estados Unidos, Venezuela y Brasil, a pesar de que desde hace algunos años está presente en otros países. En Europa Alemania, Italia, Francia e Irlanda, llevan la batuta o el plectro en mano en ese sentido.


Festival

En Francia, desde el año 2004 Olivier Chabrol lleva a cabo «Mandolines de Lunel», un festival sin parangón que se ha convertido en la cita anual para mandolinistas de todo el mundo. El objetivo principal era «redescubrirla» como instrumento de esta época. Ahora los ejecutantes de la mandolina internacional se reúnen y comparten un espacio ya no sólo de convivialidad sino de creación.

El norteamericano Mike Marshall y el venezolano Cristóbal Soto, figuras referenciales dentro del festival, apadrinaron la lista de invitados especiales en la edición pasada : Armandinho Macedo (Brasil), Tim O’Brien (EEUU), la Estudiantina UCV (Venezuela), Caterina Lichtenberg (Alemania), Fabio Gallucci (Italia), Françoise Veinturier (Francia), el ensamble YAME (EEUU), entre otros.

O’Brien, figura protagónica del bluegrass estadounidense, cantante y multi-instrumentista, se lució en Lunel. Para este exponente del country, el blues, la música celta y los ritmos irlandeses, «música es en realidad hacer algo nuevo de algo que ya existe». A su juicio, la Estudiantina UCV es una de las realidades que comprueban la nobleza de la mandolina como instrumento.

Por su parte, el maestro brasilero Armandinho destacó el carácter «extraordinario» de la mandolina. «Bonita y con una sonoridad muy sensual… yo convivo con ella desde los 9 años, por eso mi historia con ella es muy grata. Es una historia de fusión. Nunca hice estudios, por eso todo acontece naturalmente. Mi experiencia sale del tradicionalismo y entra en el Pop. La mezcla se dio naturalmente».

- Para usted la mandolina es un instrumento más clásico que folclórico o viceversa?
- Todos los instrumentos pueden ser clásicos o folclóricos, depende de quien los toca. Ese es el lenguaje del músico no del instrumento. Todo instrumento puede ser rock, tradicional, clásico… el violín es un ejemplo. Lo mismo es para la mandolina. Estoy entusiasmado al ver a tantos jóvenes tocando mandolina. Es un instrumento que tiene futuro.

Para esta leyenda viviente de la mandolina, de la guitarra bahiana y del «pop choro», la mandolina así como la música, es universal y siempre está en continua evolución. Así lo demostró en su esperada actuación cuando desde el rock que le influencia, sacara como mago de su sombrero los ritmos afro-brasileros de sus raíces y hasta el clásico Bolero de Ravel.

El maestro venezolano Orlando Gámez, director de la Estudiantina de la Universidad Central de Venezuela, dice: «la mandolina es un instrumento que pudiera tocarse bien sin un buen profesor. Con un violín –asevera- no sucede eso», y ello lo justifica explicando que no existe una técnica exclusiva para ejecutar este instrumento. De allí la existencia de virtuosos de la mandolina con técnicas radicalmente distintas.

Además, señala Gámez, «cada región tiene un estilo y sonoridad particular, y eso no es una limitante para la mandolina sino que es un instrumento en permanente evolución ». La mandolina no es un instrumento sinfónico como lo es el violín, las violas, los violonchelos, las trompetas, etc. ¿Una limitante? Gámez responde: «sí… pero es más una cuestión de costumbres y de estilos...»

Conciliación

Con sonidos vivos y notas elevadas al cielo, la mandolina se codea con los grandes en terrenos académicos y con los más humildes en espacios austeros. Es fina y armoniosa. O antigua o adelantada para su tiempo. Fuera de lo común. Un instrumento de protesta que auspicia la tolerancia porque independientemente de la técnica utilizada o el estilo, deja liberar sin complejos al artista.

En escena es sostenida como una pequeña criatura musical que susurra notas y mensajes a sus ejecutantes. Y todos la escuchan… ¿Qué susurra la mandolina? ¿Qué responden los mandolinistas en ese diálogo que, sin distinción, entablan en escena y del cual el público es meramente testigo?

Mike Marshall hace muestra de inigualables habilidades de contorsionista: en puntillas, se inclina hacia atrás, luego adelante, su cabeza no para de mover. Se ríe, nunca deja de hacerlo, su cuerpo sigue el ritmo acelerado de sus dedos y el plectro. Cierra los ojos…

Armandinho la toma como un arma en el bajo vientre, y batalla con ella en concierto. Es un instrumento pasional, es su arma de paz. Salvo la media luna integrada por la Estudiantina UCV, si se trata de varios ejecutantes a la vez éstos generalmente se juntan, uno frente al otro, como dispuestos a un intercambio de melodías. Se ríen, disfrutan, se mueven naturalmente y vuelven uno frente al otro… el público es sólo testigo. No hay tiempo de ver al espectador, sólo de sentir y dejarse llevar…

La mandolina está más allá del divismo de otros instrumentos. Es sentimiento. Hay quienes incluso la ejecutan muy cerca del corazón. La mandolina es un instrumento de paz, un instrumento de conciliación.

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